PIÑEIRO – FUERZAS ARMADAS SOCIEDAD ANONIMA

Clarín:
Espectáculos

CINE : ENTREVISTA CON ENRIQUE PIÑEYRO

«Pretendo que mi película cambie algo»

Mañana, en el séptimo aniversario de la tragedia de LAPA, llega a los cines «Fuerza Aérea Sociedad Anónima», en la que el director de «Whisky Romeo Zulú» se centra en los riesgos de volar en la Argentina.

Miguel Frías
mfrias@clarin.com

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Enrique Piñeyro es una rara avis en cualquier firmamento; «un conflictuado vocacional que termina todas las carreras.» Médico sin consultorio, piloto sin avión —renunció a LAPA, en desacuerdo con la política de seguridad, un par de meses antes del accidente del 31 de agosto de 1999, en el que murieron 67 personas—, ex miembro del gremio de pilotos (APLA), actor inesperado (Garage Olimpo, Esperando al Mesías, Nordeste), productor de cine, director de películas que esgrime como armas de francotirador; aunque se defina, por su falta de formación, como un «analfabeto cinematográfico».

Su opera prima fue Whisky Romeo Zulú, recreación ficcional del proceso que terminó con un Boeing 737 de LAPA estrellado en aeroparque. Fuerza Aérea S.A., su segundo filme, que se estrena mañana —en un nuevo aniversario de aquella tragedia—, es un documental didáctico y escalofriante sobre la inseguridad aérea en la Argentina. Las escenas —y grabaciones— más shockeantes fueron obtenidas con cámaras ocultas en la torre de control de Ezeiza: radares que se plantan, operadores que dan indicaciones erróneas por no dominar el inglés, técnicos confundidos al afrontar emergencias, infracciones, un misilazo que casi baja un avión de pasajeros…

¿Por qué decidiste retomar un tema cambiando el formato cinematográfico?

Porque nada cambió: la Fuerza Aérea sigue teniendo el control sobre la aviación civil, «privilegio» que compartimos con Nigeria. El documental me permitió tener una contundencia imposible de lograr en la ficción. Whisky… instaló el tema, transmitió emoción y reconstruyó la previa al accidente de LAPA. En Fuerza Aérea S.A. muestro el acá y ahora: esta noche te subís a un avión y vas a estar a merced de todo lo que se ve en pantalla. Este material es inapelable; estoy harto de la negación psicótica de la Fuerza Aérea.

Esta película demuestra que hasta los fóbicos y los paranoicos a veces tiene razón…

Sé que la película impacta. Los que no vieron Whisky… por miedo a volar se quedarían paralizados con Fuerza Aérea…. Pero somos grandes: lo mejor es afrontar las deficiencias y evitar catástrofes absolutamente previsibles. La solución no es dejar de volar: viajar en micro es más peligroso. Hay que ser sensatos: tenemos terror de morir en un robo o en un secuestro extorsivo, pero hay muchísimas más posibilidades de que nos matemos en un accidente de tránsito, que suele ser tomado como parte de una cotidianeidad inevitable. En este punto, somos Irak.

Renunciaste a un trabajo que te apasionaba, confrontás con la Fuerza Aérea. ¿Qué te lleva a meterte en problemas?

Cada uno debe responder a lo que la vida le pone enfrente. A mí me puso un accidente en cámara lenta. Vi el proceso entero que llevó a la muerte a 67 personas, y no por poderes de clarividencia. Aunque creo que agoté los medios de denuncia, no dejo de preguntarme si realmente hice lo suficiente. No quiero volver a preguntármelo.

¿Pero por qué saliste vos a hacer denuncias y no otro piloto? ¿Por tu capacidad económica? ¿Por agallas?

No me voy a hacer el héroe y decir que si no tuviera plata lo habría hecho igual. Por otro lado, abandoné mi mayor pasión: volar. La mayoría de los pilotos no tiene el respaldo económico para hacer lo que yo hice. Otros lo tienen y no hacen nada… Pero no se le puede pedir a todo el mundo que ponga la cara por lo que el Estado no hace. Yo siento que me tocó este destino. Preferiría ser piloto de Air France y volar hacia la Polinesia sin pelearme con nadie. Nunca imaginé que iba a terminar así.

¿Es cierto que luego de una reciente solicitada tuya denunciando hostigamientos militares tuviste una reunión con la ministro de Defensa, Nilda Garré?

Sí, estuve dos horas con ella. Le dejé la película y le manifesté mi preocupación, que, en el fondo, es o debería ser la de todos. Los que volamos en avión tenemos un problema grave: usamos un medio de transporte gestionado por una autoridad incompetente, no profesional, corrupta. Si nadie hace nada, Fuerza Aérea S.A. va a ser el documental del próximo accidente.

Impresionan las imágenes tomadas con cámaras ocultas. Que hayas logrado meter una cámara en la torre de control ya es una muestra de inseguridad…

Estos «fenómenos» hacen inteligencia interna pero descuidan la seguridad más elemental. Son incompetentes. Me investigan a mí y yo hago lo que quiero en los aeropuertos. Primero hice un largometraje en 35 milímetros. Y ahora logré filmar la torre de control y la sala de radar. Al Qaeda se haría un festín con ellos.

¿Cómo conseguiste el material?

Es «top secret». Sólo te puedo decir que al no haber canales de queja normales me transformo en receptor de todas las denuncias. Como todos saben que estoy dispuesto a ventilarlas, me las dan a mí. En una sociedad normal esas denuncias irían por otros carriles; no soy funcionario judicial ni parte del sistema de control de la aviación civil.

En la película, la torre de control parece una oficina pública de sketch de Gasalla, con empleados indolentes…

Es patético. Pero la culpa no es de los operadores que aparecen, porque los pobres tipos no tiene capacitación, les pagan sueldos de hambre, los someten a sobreturnos, les escatiman vacaciones, les pagan el presentismo en negro, no los dejan ascender. El tema es que han aplastado a los que trabajan en control aéreo; el último curso de inglés fraseológico se los dieron hace seis años. En la película queda claro que los operadores no saben comunicarse con los pilotos extranjeros.

En tus dos filmes aparecés como protagonista; en el segundo como conductor del relato. ¿No es un exceso de personalismo?

No. Era lo que necesitaban los productos. En Whisky… lo ideal era que un piloto actuara de piloto. Y en Fuerza Aérea S.A. había que hacer una decodificación del lenguaje técnico aeronáutico. La aviación es un tema complejo y más cuando quieren oscurecerlo para ocultar irregularidades. Tengo la capacidad para volver transparente lo que quiero contar: tenía que hacerlo yo, necesariamente.

En la película se muestra la convicción del director, basada en registros contundentes, pero no distintos puntos de vista, excepto a través de antiguos programas televisivos. Ese estilo, que remite a Michael Moore, ¿no cierra el debate?

Saliendo del Lincoln Center, una mujer me dijo: «Usted es el Demi Moore argentino» (ríe) y yo le respondí que mis pechos eran naturales. Es cierto: procuré que no hubiera espacio para la discusión. No quiero más instancias de debate, que ya las hubo en cantidad, sino cambios en una situación que nos lleva a otra tragedia. ¿Qué van a decir ahora? ¿Que es fantasía el misilazo? ¿Que es mentira que los operadores de la torre no entienden inglés? ¿Que miento al denunciar que los radares no funcionan?

¿Es cierto que no tenés una gran formación en cine?

Entramos en la parte de autoflagelación del reportaje. Siempre temo que me pregunten por las influencias de determinado director. Fui un espectador entusiasta de películas hasta los quince años, pero mi sueño era ser piloto y jamás imaginé que terminaría dirigiendo. Vi y veo poco cine. No puedo identificarme con corrientes o directores. Hice, hasta ahora, películas «con propósito», basado en el tema más legítimo que tenía para contar, con la intención de mejorar las cosas, pero sin formación académica. Lamentablemente soy un analfabeto cinematográfico; aprendo sobre la marcha.

¿Cambiará algo con «Fuerza Aérea…»?

Ojalá que sí. Tiene imágenes irrebatibles, en un formato persistente, que no tiene la futilidad de un programa televisivo. Si hubiera hecho un trabajo para TV, lo vería más gente. Pero terminaría siendo el escándalo del miércoles a la noche, del que se habla el jueves a la mañana y se olvida el fin de semana. Pretendo que mi película cambie algo, que no sea la anticipación de otra tragedia. Tengo un hijo de dos años y medio que algún día va a volar como pasajero o piloto. No quiero que lo haga como nosotros hoy. Sería un delirio.

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Enrique Piñeyro, esta vez con un documental

Llega «Fuerza Aérea Sociedad Anónima»

Hay momentos en que los registros con cámara indiscreta usados por Enrique Piñeyro para su documental «Fuerza Aérea Sociedad Anónima» se parecen a las parodias de «El show de Benny Hill». Otros a los gags de «Y dónde está el piloto » Pero no, no se trata de una humorada sino de un tema muy serio, del que dependen tantas personas como las que viajan en aviones que sobrevuelan la Argentina, todos los días. Piñeyro piensa que después de los trágicos accidentes de Austral en Fray Bentos, Uruguay, y el de Lapa, en el Aeroparque Jorge Newbery la gente no debería estar tan segura acerca de la aeronavegación local. Desde su multiplicidad -médico especialista en el tema aeronavegación, piloto, actor y director cinematográfico- se encargó de denunciar una y otra vez qué es lo que pone en peligro de muerte a las miles de personas, argentinos y extranjeros que suben o bajan de un avión en cualquier aeropuerto con nuestra bandera celeste y blanca.

La tarea de Piñeyro como director de cine comenzó hace dos años con «Whisky Romeo Zulu», que reconstruyó su propia experiencia como piloto civil en Lapa y los hechos que precedieron al accidente ocurrido en la Costanera Norte en 1999, cuando un Boeing 737-200 salió de pista, atravesó la calle para terminar chocando contra un terraplén a pocos metros de una estación de combustible, con un saldo de 65 muertos. Piñeyro asegura que una de las principales causas de lo ocurrido es la corrupción que, insiste, compromete al alto mando de la Fuerza Aérea, que tiene la responsabilidad de controlar a la aviación civil y comercial en todo el país. Sobre esas reiteradas denuncias y con unas cuantas pruebas elocuentes entre sus manos, hizo un documental que la productora Aquafilms estrena mañana.

-¿Cuál es tu meta?

-Que el sistema cambie. Mi carrera no se desarrolló como pensaba cuando era chico. A mí la vida me puso en una situación un poco extraña respecto de eso. Cuando vos ves que se va a matar un montón de gente, hacés lo imposible por decirlo a los cuatro vientos.

Lo peor de todo es que ya conté esta historia, y no se modificó el sistema: sigue en manos de la Fuerza Aérea. Lo que estamos haciendo con este documental es un anticipo del próximo accidente.

-¿En los aeropuertos argentinos se tiene demasiada suerte?

-Sí. Todos los días hay aviones que no tienen separación provista por el control. Todos los días hay lo que los controladores llaman «un palo», que es cuando los aviones pierden la separación que les dio el control, por lo que fuera. Que choquen dos aviones en el aire es una cuestión de tiempo, nada más. Si siguen volando así, se lo van a pegar. No es que sea una obsesión, sino que tengo la responsabilidad de hacerlo público, para que la opinión pública sepa cómo la están estafando y para que los gobernantes sepan de la urgencia que esto tiene. No es que tengan dudas de que hay que hacerlo, pero tal vez no tienen la clara conciencia de lo urgente que es.

-¿Qué piensan las aerolíneas extranjeras de esta situación?

-Normalmente, los que la pasan mal son los pilotos extranjeros, porque los de acá son rebichos , no le creen nada a nadie. No creen estar realmente separados por radar. Están mirando para todos lados, escuchando todo. Alguna vez me han mandado un punto de notificación con la misma altura, a la misma hora, de otro avión que yo venía escuchando. Le digo: «Escúcheme Baires, ¿no está mandando dos aviones al mismo punto, a la misma hora y nivel?». «Ah sí «, te dicen, mientras te das vuelta y lo tenés ahí a cien metros. Al día siguiente me pasó lo mismo, en el mismo punto.

-¿Siempre fue así?

-Está empeorando. Siempre fue malo, porque te puedo hablar de episodios de hace diez o quince años. La Fuerza Aérea siempre fue corrupta, pero en el pico de descontrol del 97 al 99, 142 personas muertas con los niveles de tráfico aéreo que tenemos es un disparate, nos catapulta a los últimos lugares del planeta, muy por debajo de la mayoría de los países africanos, sin hambrunas, sequías ni guerras tribales. Cómo será que en dos años se muere más gente que en los veintisiete que preceden. He oído decir a jefes de la Fuerza Aérea que «accidentes hay en todos lados». Sí, los hay, pero no por corrupción, como hay acá. Habilitar mal un avión, falsificar faxes internos, lograr dispensas de entrenamiento a pilotos para ahorrar plata, no dar vacaciones y que a un piloto se lo califique para comandante cuando estaba bochado en el simulador, todo eso es delictivo.

-Si las empresas internacionales exigieran seguridad, ¿cambiaría la cosa?

-Cambiaría, pero no lo van a hacer porque ahí manda el negocio. A partir de la desregulación, la aviación pasa a ser una variable más de mercado. Lo que han logrado hacer es quebrar a los operadores tradicionales, como PanAm, Eastern, Swissair, Varig, Alitalia va a quebrar, y traspasar toda esa fuerza laboral de alto costo al low cost recontratada por la mitad o la cuarta parte del sueldo. Además de bajar costos, deterioraron la seguridad. No jodan: es un servicio esencial, lo que mantiene la rueda de la economía funcionando.

-Cuando la gente vea esta película también se va a asustar

-Sí, pero es una angustia-señal, no es automática, tiene un fundamento claro. Lamento ser el portador de este mensaje. El primer paso para solucionar un problema es aceptar que lo tenemos; si no, vamos a seguir jugando a que estamos en el Primer Mundo. Decimos «¡pobres los africanos!», pero ellos están volando más seguros que nosotros.

-¿Quién debería ocuparse?

-Una agencia de seguridad integrada por profesionales, no como acá, donde los controladores son el último orejón del tarro. Les pagan mil pesos a tipos que tienen diez aviones a su cargo. No pueden progresar nunca y encima tienen que ser personal civil o militar de la Fuerza Aérea. Toda la faja dirigente son estos alegres payasos que de ser tenientes troperos pasan a sala de radar. Si al que le toca es inteligente, ceba mate y no se mete. Si tiene un coeficiente intelectual bajo, como la gran mayoría, viene con nuevas normativas.

-¿Todos piensan igual en la Fuerza Aérea?

-Hay muchos jóvenes oficiales que vinieron a ver «Whisky Romeo Zulu» y que en los debates posteriores se identificaban y decían con qué estaban de acuerdo o no, de un modo argumentado y democrático. Vayan a preguntarle al brigadier Carlos Matiak (actual comandante de Regiones Aéreas) si se atreve a hacerlo. Estos pibes quieren volar en una Fuerza Aérea de la cual sentirse orgullosos. Pero hay que hacer algo, porque si terminan transformándose en capitanes o brigadieres como los de ahora, estamos listos.

+ info: http://www.aquafilms.com.ar/

Acerca de Carlos Sims
Otro actor que escribe.

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